Una escalera es
una construcción capaz de comunicar diferentes niveles. Las hay de mano,
tijera, cuerda, caracol, imperiales e imposibles. La clásica —el alfil de las
escaleras— une distancias con sus tramos diagonales aportando comodidad y
descanso con rellanos y pasamanos.Una escalera suficientemente empinada y larga, recorrida hacia arriba,
aporta un sentido filosófico a la vida (¿Adónde vamos?, ¿De dónde venimos?, ¿Son
suficientes nuestros motivos?). En sentido descendente, la escalera anticipa una salida, una liberación o —por
debajo del nivel del suelo— un pequeño viaje inconsciente (el breve aleteo de
un pestañeo) a los submundos. En ausencia de fuegos, las de incendios ofrecen liberación: el ensayo
lúdico ante lo peor. Las escaleras comunican mundos exteriores e interiores. Peldaño
a peldaño, nos acercan a nosotros mismos, fácilmente —y cómo no—, de manera
escalonada.
©Mikel Aboitiz
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